Antes, cada vez que escuchaba su nombre volar por las ondas del sonido hasta llegar a sus oídos, volteaba lenta y pausadamente. En esos segundos que demoraba en voltear, esperaba que la persona que la llamaba se acercara a ella. Le gustaba mirar directamente a la persona al hablar, adivinar lo que los ojos decían cuando las palabras callaban. Creo que nadie fue nunca capaz de mentirle, no a esos ojos.
Antes, su pelo se movía al ritmo del viento. Pero no de una manera desordenada y sin armonía, sino con esa rebeldía de las puntas no queriendo seguir al resto del largo de su pelo. Solía andar con cola, aunque la tuviera por poco tiempo pues se la soltaba al instante. A veces pensaba que era un plan que ella tenía para robarle el corazón a aquellos despistados por su hermosura, a aquellos que esperaban para contemplar cómo cada uno de todos sus pelos se liberaban.
Antes, cuando sonreía, sus ojos brillaban más que el Sol, más que la Luna en una noche completamente despejada. Brillaban más que las luces de todas las estrellas juntas y cegaba a quien no estuviera acostumbrado a tal intensidad de luz. A su lado, todos los días parecían verano. Es por eso que creo que paraba rodeada de muchas personas y cada una de ellas compitiendo por quién la hacía sonreír más. Recuerdo que una vez fui yo quien ganó.
Antes, su risa era reconocida por todo quien la conociera. Esa perfecta combinación de notas que comprendían la melodía de su risa, era inconfundible. Sabías que habías llegado al lugar correcto con tan solo escucharla reír. Lo sabías y lo confundías con el cielo. Creo que jamás aprendí tantos chistes y bromas en mi vida, todos saben con qué fin.
Estaba enamorado de ella.
Antes, ella estuvo entre mis brazos mientras dormíamos.
Antes, ella estuvo entre mis brazos mientras se desangraba luchando por su vida.
Ahora…
Ahora, ella ya no está conmigo.

























