sábado, 9 de octubre de 2010

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Parece que cada vez que la tristeza es dueña de mi piel, tus brazos se esconden detrás de tu espalda. Necesito un abrazo y tú no puedes dármelo.

Hace tiempo que mis sueños dejaron de ser tuyos. Es hora de que mis manos, mi cuello, mis labios también dejen de serlo.

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