sábado, 18 de septiembre de 2010

Ya te extraño



Tus labios saben a otro.

Fue lo primero que me dijo luego de saludarnos con un beso. No podía negarlo, mis labios sí sabían a otro. La noche anterior había salido con un chico y en un intento desesperado por olvidarlo, cedí a los besos sabor a alcohol que me daba.

-          Sí.
¿Por qué?
-          El alcohol decidió por mí.
Excusas.
-          Para olvidarte, dije agachando la mirada, no podía verlo a los ojos.
¿Aún me quieres?
-          Te mentiría si te dijera que sí, te mentiría si te dijera que no.
¿Qué quieres decir?
-          Que no sé, que no estoy segura. Que desde que te conocí vivo entre dudas.
Yo te quiero
-          Yo…                       Un suspiro.        Callé.
Mejor no digas nada.
-          Es mejor que me vaya entonces.
Te perdono.
-          Tu perdón es lo menos que necesito de ti ahora.

Perdón era lo menos que necesitaba de él en ese momento. Quería olvidarlo y no recordarlo. Olvidar sus palabras, sus tibias manos, sus ojos. No sé si un beso con un desconocido me ayudaría con la confusión de no saber si lo quiero o no.  

-          No sé, no estoy segura de nada.

Me di la vuelta, lentamente. Tenía la ligera esperanza de que, en un acto desesperado, me cogiera del brazo para detenerme, para no irme.
No pasó así. Al no sentir en mi brazo, que se había quedado atrás esperando, el tacto de su mano, seguí caminando. Una o dos o tres o tal vez más lágrimas fueron cayendo en el camino hasta salir por la puerta. Sabía que una vez fuera, sería la última vez que lo volvería a ver.


miércoles, 15 de septiembre de 2010

Amantes bajo la Luna



"Y si reía le daba la Luna."
Fito Páez


Hoy salió la Luna, hace tiempo que no lo hacía. Pienso que la Luna decide salir para iluminar a aquellos enamorados que escasean en la ciudad. Imagino que ellos la ven, la admiran y no están parados con la cabeza en alto –como yo.

No, ellos están echados. Tal vez en la playa, en el parque o en algún lugar secreto que solo ellos dos conocen. Lo más probable es que estén abrazados. Lo más probable es que la Luna sea una excusa perfecta para poder robarle un beso a ella, que observa la Luna casi sin pestañar. Se ha quedado hipnotizada por el misterio de su belleza.

Él ya no observa la Luna, la observa a ella. Su pelo largo que brilla imitando a la Luna, aunque para él es la Luna queriéndose parecer a ella. Observa sus labios perfectos que por momentos se mueven discretamente, como si quisieran decir algo.

Ella, con su vestido blanco, echada sobre su pecho, se  parece a como la Luna sería si fuera mujer. Tal vez hasta más hermosa.

No podía no mirarla. Ella lo había hipnotizado con su belleza. No podía evitar imaginarse un futuro a su lado, una vida perfecta con su compañía. Ansiaba despertar a su lado cada mañana, abrir los ojos y verla dormir.

Se había perdido en el sueño de pasar la vida entera con ella, cuando sus labios dejaron de moverse discretamente y escuchó su voz. Como le encantaba cuando hablaba, cuando sus labios se movían y su voz cantaba cuentos, ideas y consejos que él necesita. Él la necesitaba.

Quería acercarse y robarle un beso, pero no quería interrumpirla. Quería acercarse y unir nuevamente sus labios con los de ella. La abrazó más fuerte para que ella adivinara sus intenciones.

Ella continuaba hablando sin dejar de observar la Luna. Relataba la historia de cómo se conocieron. Él guardaba un secreto de ese día.

No podía resistirse. El ambiente era el indicado para decirle lo que sentía, para robarle un beso a la luz de la Luna.

La interrumpió. Le confesó que era ella su sueño hecho realidad, la mujer perfecta para él y que lo supo desde el primer día en que sus ojos la vieron llegar.

Ella había dejado de ver la Luna, había cambiado la perfección de su luz por la perfección de sus palabras. Ahora era ella la que no podía dejar de mirarlo. Ahora era ella la que observaba sus labios.

Mientras ella había estado observando la Luna había pensado todo lo que ahora él le estaba diciendo. Sus ojos brillaron al darse cuenta que los dos sentían lo mismo.

Hoy salió la Luna, hace tiempo que no lo hacía. Pienso que la Luna decide salir para iluminar a aquellos enamorados que escasean en la ciudad. Probablemente sean muy pocos los que ésta noche se hicieron promesas entre besos.

O quizás la Luna decidió salir hoy para iluminar a una pareja en especial. A esas dos personas que se encuentran echadas observando la Luna. Ella sobre su pecho, entrelazados de piernas y prometiéndose entrelazar todo lo que exista por entrelazar.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Era perfecta




Era perfecta. Una noche perfecta. Después de varias noches nubladas de invierno había salido la Luna, pero no estaba sola. Una pequeña estrella la acompañaba en la extraña noche despejada.
A ella le encantaba la Luna. Había decidido salir a caminar, una noche como ésta era imposible de perdérsela. Había que disfrutar de algo tan inusual, de algo tan brillante. Un baño de luz de Luna.
Era una noche perfecta. Sola, la acompañaba solo sus pensamientos. Observando la Luna, admirándola.
Era una noche perfecta. En pasado. Ya no lo es.
El teléfono sonó de improviso. Era él. La llamaba porque habían quedado en verse horas atrás pero una vez más él cambió los planes. C ya estaba cansada, no quería ser la segunda opción de su noche. No otra vez.
“Estoy ocupada.”, mintió con descaro.
“¿Qué haces?”, preguntó con insistencia.
“Estoy caminando, la Luna decidió salir hoy.”
“Es una noche perfecta, ven”, P sabía que con frases así ella caía, volvía a ser la misma de siempre, la que aceptaba que la tratara como segunda opción de su noche. Pero no resultó como P pensaba. C había cambiado mucho en la última semana, desde que todos los conflictos innecesarios con P comenzaron.
“Era una noche perfecta”, dijo C, más decidida que nunca. Quería olvidarlo, alejarlo. No quería volver a saber de su existencia. No quería saber más de sus iniciales acompañadas por las estrellas.
C sabe que su nueva actitud no duraría mucho. Sabe que llegando a casa todo lo dicho, todo lo reflexionado, todas las nuevas teorías pensadas, todo se iría a la basura. Lo olvidaría todo. Lo recordaría a él.
C estaba decidida en sacar a P de su mente. Pero lo que C ignoraba es que sacarlo de su mente no era lo mismo a sacarlo de su corazón. Como era de esperarse, llegó a su casa y su decisión duró 5 minutos.
“Me estoy desquitando contigo, todo anda mal conmigo. Lo siento, no es excusa, no es tu culpa”, le escribió entre lágrimas.
La C de siempre había regresado.
¿Qué pudo hacerla cambiar de opinión? ¿Qué pasó por su mente para que, de lo decidida que estaba cambiara repentinamente a la inseguridad de sentirse abandonada, sabiendo la desilusión que le había causado por la decepción?
El amor es bipolar.