Tus labios saben a otro.
Fue lo primero que me dijo luego de saludarnos con un beso. No podía negarlo, mis labios sí sabían a otro. La noche anterior había salido con un chico y en un intento desesperado por olvidarlo, cedí a los besos sabor a alcohol que me daba.
- Sí.
¿Por qué?
- El alcohol decidió por mí.
Excusas.
- Para olvidarte, dije agachando la mirada, no podía verlo a los ojos.
¿Aún me quieres?
- Te mentiría si te dijera que sí, te mentiría si te dijera que no.
¿Qué quieres decir?
- Que no sé, que no estoy segura. Que desde que te conocí vivo entre dudas.
Yo te quiero
- Yo… Un suspiro. Callé.
Mejor no digas nada.
- Es mejor que me vaya entonces.
Te perdono.
- Tu perdón es lo menos que necesito de ti ahora.
Perdón era lo menos que necesitaba de él en ese momento. Quería olvidarlo y no recordarlo. Olvidar sus palabras, sus tibias manos, sus ojos. No sé si un beso con un desconocido me ayudaría con la confusión de no saber si lo quiero o no.
- No sé, no estoy segura de nada.
Me di la vuelta, lentamente. Tenía la ligera esperanza de que, en un acto desesperado, me cogiera del brazo para detenerme, para no irme.
No pasó así. Al no sentir en mi brazo, que se había quedado atrás esperando, el tacto de su mano, seguí caminando. Una o dos o tres o tal vez más lágrimas fueron cayendo en el camino hasta salir por la puerta. Sabía que una vez fuera, sería la última vez que lo volvería a ver.


